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Carta a un joven en proceso de discernimiento vocacional

Querido joven,

Espero te encuentres bien.

 

En estos días no es muy común que escribamos o dediquemos tiempo a leer cartas, pero te escribo porque pienso que siempre es bueno saber que hay alguien que se toma un tiempito para abrir el corazón y plasmar en papel lo que siente o piensa sobre algún tema.

Aunque no nos conocemos, pertenecemos a una misma familia: somos hijos del Padre, somos miembros de la Iglesia y formamos parte de la pastoral juvenil o de una comunidad juvenil… Ya ves, tenemos varias cosas en común. Otra cosa que puede que compartamos son las preguntas que sientes en este momento o que ya has sentido antes: ¿Quién soy? ¿Qué quiere Dios de mí? ¿A qué me llama Dios? ¿Estoy llamado a la santidad? ¿Cómo? ¿Matrimonio o vida consagrada?… Sé lo que se siente tener estas preguntas que, como gotitas de agua que caen,   persisten en el corazón. Todas estas preguntas tienen una misma línea: la vocación.

Cuando te vas acercando a las respuestas, surgen otras preguntas que también son profundas, entrando así en un ambiente interior que nos invita a hacer silencio para poder reflexionar, en un mundo que va muy rápido. Por eso, te contaré algunas cosas que a mí me aportaron mucho y que quizás te ayuden en tu proceso personal. Aquí me gustaría aclarar que cada persona es diferente y vive su proceso y llamado de forma particular, porque para Dios eres único y así te llama, de una forma única. Solo soy una joven que ha vivido la experiencia de discernimiento vocacional, pero que sigue teniendo preguntas profundas. Aquí te dejo algunas acciones que me ayudaron:

  1. Ten calma, es natural.Lo primero que quiero compartirte es que estas preguntas son naturales, aunque a veces te sientas confundido y te replantees muchas cosas que ya sentías como seguras y definitivas, estas preguntas pueden ser el medio para tu crecimiento espiritual. ¡Cuánto se crece buscando en Dios las respuestas!

 

  1. Déjate acompañar. No estás solo y eso es algo que debes repetirte al corazón, es más fácil encontrar las respuestas cuando recibes acompañamiento por parte de alguien con experiencia, formación y los Dones para acompañar. Puede ser un sacerdote, religiosa o un adulto que vive el sacramento del matrimonio con alegría y madurez. Si aún no lo encuentras, no te preocupes, pídeselo a Dios, Él lo pondrá en tu camino.

 

  1. Ten momentos de silencio, oración y vive los Sacramentos. Dedica un tiempo diario para estar a solas con Dios, para hablarle como a un amigo sobre tus sueños, tus preguntas y las respuestas que vas encontrando.

 

  1. Conócete.Algo que es necesario tener presente es que Dios te creó con amor y te hizo libre y único, en esa originalidad tienes gustos, sueños e intereses particulares. En eso que anhelas, Dios puede estar queriendo decirte algo.

 

  1. Ten a mano un cuaderno para tus visitas al Santísimo o tus meditaciones del Evangelio, te sorprenderán las cosas en las que Dios te habla cada día de forma particular.

 

  1. Haz comunidad.Una de las cosas que sirven de gran soporte en el proceso, es tener hermanos de comunidad, vivirlo con otras personas que van viviendo su proceso de forma paralela, da la sensación de compañía, de saber que otras personas también están en el proceso y que puedes comentar con apertura tus vivencias.

 

  1. Participa en jornadas vocacionales. Una de las formasde ir descubriendo si te sientes llamado para una vocación específica es ir poniéndote en contacto con ella, date la oportunidad de conocer cómo es el día a día de un consagrado, para ver qué te dice Dios al respecto, cómo te hace sentir.

 

Esto no pretende ser una guía, sino darte una idea de qué cosas te pueden ayudar a encontrar las respuestas que anhelas. Sobre todo recuerda que el anhelo de Dios es que seas FELIZ y alcances el regalo de la santidad.

Te dejo con una frase de Santa Teresita del niño Jesús que me encanta: “Mi vocación es el amor”

Dios te bendiga,

Fátima Chabely Rodríguez

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