
Queridos participantes de la I Asamblea Eclesial de Latinoamérica y el Caribe:
Los jóvenes presentes en esta asamblea, queremos compartir con ustedes nuestros sentimientos y reflexiones en torno al camino que hemos hecho hasta ahora La Asamblea sin duda es un kairós de la Iglesia en América Latina y El Caribe, un momento histórico para conocer nuestros pasos, nuestros caminos, un tiempo de despertar de la Iglesia en la que percibimos la presencia de la unidad cultural y religiosa que tenemos.
Aquí nos hemos sentido acogidos, escuchados y llamados a una mayor incidencia. Esta Asamblea nos da una gran esperanza y nos llena de alegría por todo lo que el Señor nos regala en este tiempo, es un grito del Espíritu, y una gran posibilidad de revitalizar la Iglesia Latinoamericana y Caribeña.
Es una experiencia muy fuerte, profunda y de trabajo conjunto, de confirmar la santidad de la Iglesia, en todas las personas de los pequeños grupos, que se la juegan por el Evangelio, que dan su vida, que sueñan por una Iglesia sinodal En la que se está reconociendo la fuerza, la energía y la sabiduría de los jóvenes.
Atravesamos un tiempo muy difícil, la vida de los y las jóvenes de América Latina y El Caribe se ha visto afectada por la realidad del desempleo, la pobreza, la migración, la exclusión, la violencia, acceso y calidad de la educación, la falta de oportunidades, la crisis socioambiental, la falta de políticas públicas y la pandemia que ha agravado aún más estas situaciones Ante este doloroso contexto se requiere una actitud de escucha activa, para lograr la Iglesia sinodal, que acompañe los distintos rostros.
Sin embargo, hemos notado que muchos mayores quieren liderar y no nos dejan soñar. De 1000 asambleístas es inadmisible que sólo 82 sean jóvenes laicos (menores de 35 años) Pensamos que falta una actuación juvenil mayor, ha faltado que se nos involucre en los espacios de planificación y toma de decisiones de esta Asamblea, así como alguna reflexión desde la perspectiva juvenil No hay conversión pastoral sin pensar en un trabajo intensivo junto a los jóvenes
Pensamos que falta una actuación juvenil mayor, ha faltado que se nos involucre en los espacios de planificación y toma de decisiones de esta Asamblea, así como alguna reflexión desde la perspectiva juvenil No hay conversión pastoral sin pensar en un trabajo intensivo junto a los jóvenes.
El porcentaje de jóvenes es bajo y existen dificultades para participar como la incompatibilidad de horarios por trabajos
y estudios la anulación de la voz juvenil en algunos grupos de discernimiento y las dificultados de integrarse plenamente a los grupos de trabajo debido al idioma.
Pareciera que en ocasiones se pidiera la integración de las voces jóvenes de manera infantil o demandante, se dice que los jóvenes tenemos un aporte particular e importante que dar, pero eso no se traduce en ponernos en el mismo plano para promover el trabajo CONJUNTO, horizontal el aporte de los jóvenes queda condicionado al discernimiento, proyecciones y decisiones de alguien más y pierde la vida que hay detrás No somos una parte aislada de la comunidad, somos miembros de la comunidad y que, como ha dicho el Papa Francisco «la juventud no es sala de espera» (Misa final de la JMJ de Panamá 2019).
Reiteramos, el camino recorrido hasta ahora es muy bonito, pero todavía no hemos superado pasar la estructura episcopal en la que los discursos y los espacios se conceden a obispos y presbíteros, las voces de los laicos, las mujeres, los jóvenes y los religiosos, no han sido tan escuchadas Estamos llegando a la etapa en la que tenemos que dejar el texto y pasar a la acción como decía la Hna Liliana ::“no es tiempo de textos, más si de testimonios” Por esto, queremos señalar algunos puntos que consideramos deben ser tomados más en cuenta
- Abordar con mayor seriedad la acogida y acompañamiento a la población LGBTQI+ ellos también son evangelio vivo de Jesús.
- Un mayor acercamiento y valoración de los pueblos originarios y afrodescendientes, sus diversas formas de llevar el Evangelio, ellos son parte importante de la historia de nuestra Iglesia.
- Hacer vida nuestra opción preferencial por los pobres y marginados, lo que implica el reconocimiento también por los migrantes y refugiados.
- Impulsar los principios de la economía de Francisco, poniendo las finanzas al servicio del bien común
- Afrontar valientemente y dar respuesta a las realidades de exclusión social, violencia ( contra la mujer/hombre, etc xenofobia, desempleo, desigualdad social y desarraigo cultural.
- Denunciar y atender efectivamente las situaciones de abusos ( de conciencia y de poder) en la Iglesia y brindar acompañamiento y reparación a las víctimas.
- Un acompañamiento real de parte de la Iglesia a los jóvenes en el ámbito espiritual y vocacional, creando espacios de acogida para toda la juventud. Este acompañamiento comprende un auténtico diálogo intergeneracional, intercultural e interreligioso.
- Incorporar las voces de laicos, jóvenes y mujeres laicas dentro de las estructuras de nuestra Iglesia, donde se toman las decisiones.
- Inclusión de la pastoral familiar, de adolescentes y de la niñez en los procesos eclesiales como este, ellos son parte integral de nosotros.
- Integrar una pedagogía que reconozca cada rostro y cada corazón, basada en el Kerigma y la mistagogía
- Formar en educación sexual, afectividad e inteligencia emocional, que brinden base para el cuidado de la vida.
- Atender el llamado urgente de nuestra Casa Común, promoviendo un desarrollo en armonía con la naturaleza, llevando a la acción al Laudato Si, como una transversal en las actividades y planificación de nuestra iglesia.
- Tener una voz clara, frente a las realidades que afectan la vida de nuestros pueblos.
- Pedimos a las Conferencias Episcopales que pongan en práctica lo propuesto por el Papa Francisco, en las últimas encíclicas especialmente Fratelli Tutti, Caritas in Veritate y Christus Vivit.
La Asamblea no termina aquí, lo que hemos reflexionado, es una semilla que está sembrada y puede dar sus frutos, para que tengamos la fuerza y el coraje de marcar la diferencia, ser multiplicadores de todo lo que hemos escuchado, rezado, estudiado y decido aquí como caminos urgentes a tomar por nuestra Iglesia.
Vamos a hacer eco del camino recorrido a través de la alegría, en medio de los dolores, las penas y los desafíos Tenemos mucho que caminar para sembrar la esperanza, optimismo y coraje en el camino hacia la conversión pastoral y misionera Los jóvenes estamos presentes con una visión crítica y constructiva para exigir y trabajar por espacios, por procesos reales y concisos, pero sobre todo para que seamos protagonistas y generadores de dignidad e inclusión.
Todos somos responsables de responder al llamado misionero por nuestro bautismo Es nuestro deber materializar este llamado en la realidad que vivimos en nuestras comunidades, vecindades, lugares de trabajo, y en nuestra propia familia
¡Seamos una iglesia encarnada en Jesucristo, construyendo la Civilización del Amor!
Atentamente,
Los y las jóvenes participantes de la Asamblea Eclesial
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